La soledad de los números primos


Director: Severio Costanzo
Actores: Alaba Rohrwacher, Luca Marinelli
Italiana / No recomendada menores 16 años / 118 min.
 
                Desde los primeros fotogramas, con los títulos de crédito, uno comprende que aquello no va a ir bien: unos caracteres cuadrados en azul profundo ocupando casi toda la pantalla, con una música claramente inapropiada, cuya única excusa parece ser el relacionarlo con el tiempo histórico en el que comienza la historia, la década de los 70.

                Para los que hayan disfrutado de la novela y la hayan recomendado, a partir de aquí todo es decepción. Para los que no la conozcan, confusión y desasosiego gratuito. No es descubrir el argumento decir que se trata de las relaciones, a través del tiempo, de un muchacho, atormentado por la muerte de su hermana gemela autista, y una amiga del colegio que sufre acoso escolar y con problemas de bulimia. El muchacho, por cierto, superdotado, se autolesiona haciéndose cortes en manos y brazos.

                Los personajes, descritos con una distancia que no ayuda a conocerlos ni a sentir por ellos la más leve de las empatías, transitan por la película como almas en pena, él con cara de vaca triste, ella un poco más expresiva, dentro de una estructura de inversión temporal, con frecuentes saltos que, intentando ser fiel a la novela, despistan por su puesta en escena y la caracterización de los personajes, quienes de una época a otra no parecen en absoluto ser los mismos.  

                La película, queriendo ser intimista, respetuosa con los problemas de sus personajes, no consigue crear la atmósfera adecuada para profundizar o, al menos, mostrar en toda su dimensión los profundos trastornos psicológicos que plantea, quedándose en una narración apenas epidérmica que sólo crea desasosiego al esperador, sin aportar ninguna novedad, duda o debate sobre los temas tratados.

                El espectador contempla la narración con inquietud, pero nunca con interés, con un cierto malestar que no se llega a resolver en ningún sentido, ni para bien ni para mal, y es que, al indudable desacierto de planteamiento narrativo abunda también una puesta en escena desastrosa y una iluminación demasiado realista, por no hablar de la música, muy de la época pero fuera siempre de lugar.

                Sin duda, una novela para que hubiera sido adaptada por otro realizador más hábil en la creación de atmosferas claustrofóbicas y desasosegantes, David Lynch, por ejemplo.

Conclusión: Si has leído la novela, te recomiendo que no vayas a verla. Si no has leído la novela, te recomiendo que la leas.

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