La espuma de los días

Actores: Audrey Tautou, Roman Duris
Drama / Francia / No recomendada para menores de 7 años / 93 min.
La espuma de los días es la segunda
adaptación de la famosa novela de Boris Vian, la primera es la que dirigió Charles Belmont en 1968.
La
novela, como la película, cuenta la historia de amor entre Colin y Chloé. Él es
un muchacho banal y adinerado, centrado en el jazz y la buena vida, que busca
una mujer para casarse. Tras contraer matrimonio Chloé enferma: un nenúfar le
crece irremediablemente en los pulmones. La vida relajada que ambos llevaban se
trunca de repente, la fortuna del chico se va desvaneciendo a la vez que la
maravillosa casa en la que viven se va ensombreciendo y reduciendo de tamaño, hasta
tal punto que los pasillos son ya casi intransitables por su estrechura y por
las ventanas ya no entra la luz. Él entonces se verá abocado a acometer una
serie de absurdos e insólitos trabajos para poder sufragar los medicamentos que
Chloé necesita.
Una
extraña parábola sobre el amor y la muerte en la que no faltan la crítica a la
religión, la burguesía y a los intelectuales, encarnados por el filósofo
existencialista Jean-Paul Sastré, llamado aquí Jean-Sol Pastré y caricaturizado
con su ojo estrábico y sus grandes gafas cuadradas, quién paradójicamente fue
uno de los máximos defensores y difusores de la novela.
Boris
Vian es un escritor deslumbrante, con una imaginería propia y original que
introduce al lector en universos únicos, oníricos y surrealistas, con una
literatura cargada de ironía, crítica demoledora y, sobre todo, enorme
imaginación. Ante un texto como este aparentemente nadie mejor preparado que el
espectacular Gondry, dotado también de una visión propia de la que ya ha dado
buena cuenta en sus delirantes video-clips y en sus películas. Sin embargo, en
este caso se ha producido lo que se podría definir como una anulación por
acumulación. Una saturación visual.
La
película cuenta con dos partes muy diferenciadas, una primera efectista llena
de color y cargada de efectos visuales y cachivaches extraños (textualmente), y
una segunda más tenebrosa, cuando la muchacha cae enferma, que se plasma
tornando al blanco y negro, demasiado evidente para retratar la agonía mental,
vital y visual de la pareja. Pero Gondry resulta más preocupado por transformar
las descripciones de Vian en excéntricas puestas en escena, grandilocuentes y
delirantes, que en plasmar la sutil poesía que destila la narración, que perece
así aplastada por una abrumadora sobredosis de efectos visuales encadenados.
Tampoco
creo que haya ayudado a la entidad final de la película y a su comprensión el hecho
de que se hayan recortado 33 minutos en la versión española, por lo que la
narración queda mutilada y el resultado un tanto acelerado en la segunda parte
y casi incomprensible.
Una
vez vista la película, que había despertado tantas expectativas por la suma de
dos genios admirados por únicos, el resultado es decepcionante, de manera que
la elección del director no ha sido todo lo afortunada que parecía para dar
visibilidad a la poética surrealista de Boris Vian. Después de la experiencia
quedaría por ver si no estaría mejor resuelta por Jean-Pierre
Jeunet, quien ya demostró su originalidad en cintas como Amélie o
Delicatessen.
Conclusión: Deslumbrante como una falla cargada de una pirotecnia que no cesa y acaba fatigando. No obstante, si eres admirador de Vian y de Gondry tendrás que verla, aunque solo sea para criticarla.
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