12 años de esclavitud

Título original: Twelve years slave
Director: Steve McQueen

Drama / USA / No recomendada para menores de 12 años /  133 min.
           
            Con un presidente negro al frente de los Estados Unidos, siendo Obama además una persona ajena a los lobbys y las castas políticas y de familia de clase media, parece como si la historia siempre hubiese sido así de fácil y de que nunca hubieran existido los problemas raciales. Acaba de morir Mandela y nos ha recordado que hasta los años noventa existió un apartheid en Sudáfrica. Se han cumplido además 50 años de la Marcha sobre Washington por el Trabajo y la Libertad de Martin Luther King Jr.  que luchaba por eliminar la segregación en los Estados Unidos.
            El camino ha sido muy largo y difícil, seguramente aún no ha terminado, pero justo es que se haga un poco de memoria histórica para no olvidarnos de los horrores que se han cometido por culpa del color de piel. Aunque algunos mandatarios se niegan a ello, nada hay más higiénico que recuperar la historia para hacer justicia con los que lucharon por la libertad, por mucho que nos empeñemos en enterrar la historia no por ello dejará de haber sucedido y lo único que lograremos es que los cadáveres apesten nuestro presente. Como dijo Avellaneda, un presidente argentino, "los pueblos que olvidan su historia están abocados a repetirla". La intolerancia racial o religiosa sigue presente por todo el mundo, y lo que es más grave, la esclavitud tampoco ha desaparecido, recordemos nada más dos casos: la trata de blancas y los niños soldados.
            En este contexto, dos películas vienen a hacer justicia de la lucha por la integración racial. La primera es El Mayordomo, que nos hablaba de los conflictos raciales y la lucha por la dignidad del pueblo negro en USA a través de la visión del mayordomo de los distintos presidentes.
            La otra viene de la mano de Steve McQueen, un relato sobre la crueldad de la esclavitud que, a diferencia de otras, no alude a los negros traídos en barcos desde África, sino a un hombre libre que vivía en New York, secuestrado y vendido como esclavo en los estados del Sur, algo que lo hace aún más escalofriante, no porque los africanos no tuvieran los mismos derechos y libertades que los hombres libre e ilustrados del Norte, sino porque nos recuerda, de alguna manera, la fragilidad del estado de derecho en el que nos movemos y lo fácil que es perderlo todo en un minuto.
            Ningún logro es para siempre, ninguna libertad o derecho es inalienable al hombre y siempre se puede subvertir, una vez que se han alcanzado los logros hay que luchar porque no nos los quiten. Siempre habrá alguien, algún mandatario o algún delincuente, proclive a hurtar nuestros sueños.
            McQueen, fotógrafo y escultor inglés, se ha sumergido en su tercer film en este drama inhumano para narrar sin tapujos toda la miseria y mezquindad de la esclavitud. Las imágenes no nos ahorran ni un latigazo, ni una herida, ni una llaga para hacernos sentir el dolor y el drama del protagonista, en un relato naturalista y descarnado. Narrada de forma cronológica la película está basada en la novela autobiográfica de Solomon Northup, un violinista ilustrado, que decidió contar el tormento al que se vio sometido tras su rapto en 1850 para intentar detener este tipo de atropellos.
            Contado con la pausa que requiere el estudio pormenorizado de los distintos personajes que se van cruzando con Salomon y el estado cada vez más mísero en el que va cayendo, cuenta con la producción Brad Pitt, que se reserva para sí el papel de bueno y libertador en la película, parte como gran favorita oficiosa para los próximos premios Oscar.
            Un Tío Tom en versión más cruenta y con la narración del siglo XXI.


Conclusión: Naturalista, cuidada, cruda y cruel. Interesante.     

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