La gran belleza

Director: Paolo Sorrentino
Actores: Toni Servillo, Carlo Verdone, Sabrina Ferilli, Serena Grandi, Isabella Ferrari, Giulia Di Quilio, Luca Marinelli, Giorgio Pasotti y Massimo Popolizio

Drama / Italia / No recomendada para menores de 12 años /  142 min.

           

            "Cuando llegué a Roma, a los 26 años, me precipité demasiado rápido, apenas sin darme cuenta, a aquello que se puede definir como el remolino de la mundanidad, pero yo no quería ser simplemente un hombre mundano, quería ser el rey de la mundanidad. No sólo quería participar en las fiestas, quería tener el poder de hacerlas fracasar". Esta es la declaración de intenciones que pronuncia al comienzo de la película el protagonista, Gep Gambardella, un viejo e influyente periodista italiano. Si después de haber oído esta confesión en voz en off y ver las imágenes que la anteceden no sientes nada, yo me lo haría mirar.

            La película se abre en una fiesta con una secuencia de un  baile delirante, excéntrico, un tanto grotesco y hasta patético, con los poderes fácticos romanos abandonados al placer y la indolencia en un fastuoso sarao, bajo una omnipresente y estrafalaria banda sonora de Raffaella Carra remasterizada y computarizada. Una secuencia simplemente brillante, fascinante, hipnótica; que es en sí misma un resumen y una guía de todo lo que va a suceder después. No sólo es técnicamente magnífica, también lo es estéticamente, en su puesta en escena, en su contenido, en su poética...  

            La gran belleza describe a la alta sociedad romana con la misma precisión y exquisitez que ya lo hizo Federico Fellini  en La dolce vita, a quién a veces parece querer rendir homenaje. Y es que nadie como Fellini había descrito hasta ahora la decadencia de la jet set romana, esa indolencia perpetua en la que parece estar acomodada desde los tiempos del Emperador Calígula, una decadencia que no es crepuscular por endémica y perenne, sino más bien una estudiada pose ante la vida que esconde siglos de superficialidad, una especie de vocación nihilista perpetua, una suerte de suspense existencial.


            Roma es la ciudad eterna y también eternamente decadente, intrínsecamente crepuscular. La gran belleza la retrata de manera elegante, creativa y preciosista, de la misma manera que dibuja mordazmente a la larga lista de personajes que la pueblan, dedicados al hedonismo extravagante y atrincherados en la decepción, dejándose ver por fiestas y saraos sin fin con el último objetivo de seguir siendo, de ser por el único motivo de poder estar.

            Está película es, sobre todo, una rara avis dentro de la cinematografía europea, una película en cierto modo inclasificable, que refleja el amor por la ciudad en cada plano y hasta una cierta comprensión por los personajes que describe y a los que desnuda moralmente. En ocasiones puede parecer grandilocuente y excesiva, excéntrica y hasta fatua, pero al fin y al cabo está en consonancia con lo que quiere expresar, con el sentido último de la narración y así todo queda integrado en un mismo discurso.

            Un retrato bello y fascinante que adorna un relato de un oscuro y afilado cinismo, lleno de un humor en el que nada ni nadie se salva: ni intelectuales, periodistas, políticos, o la nobleza y el clero, todo sucumbe ante la mirada vitriólica de Paolo Sorrentino. Esa pose indolente y eternamente desencantada del viejo periodista y la corte en la que se mueve son el exponente de una sociedad que lleva languideciendo 2000 años, y que permitió servilmente que Mussolini o Berlusconi dirigieran su destino. Ahora lo podemos comprender un poco mejor.

            Por si mi humilde opinión no os diera la suficiente seguridad sobre los méritos de La gran belleza, informaos de que ha sido reconocida por la Academia del Cine Europea, en sus  26º premios anuales celebrados en Berlín el 7 de diciembre, donde ha obtenido los galardones como mejor película, mejor director, mejor montaje y mejor actor para Toni Servillo, el actor fetiche de este director y que aquí está brillante, soberbio, impresionante (y no sigo que no quiero parecerme a José Luis Moreno).

            Seguramente el único mal de esta película es que contiene tal cantidad de "impactos visuales", tal cantidad de historia, exceso, belleza y desmesura, que puede llegar a saturar los sentidos a lo largo de sus dos horas largas, pero lo que sí puedo afirmar es que merece la pena, y que raras veces se puede contemplar algo tan extraordinario en un cine.

Quamdiu stabit Colyseus stabit et Roma.
Quamdiu cadet Colyseus cadet et Roma.
Quamdiu cadet Roma cadet et mundus.

                                               Beda el Venerable (700 años d. C.)


Mientras este en pié el Coliseo estará en pie Roma
Cuando caiga el Coliseo caerá Roma.
Cuando caiga Roma caerá el mundo.

Conclusión: Una espléndida y hermosa película. La Dolce Vita del siglo XXI.     

Tráiler en español

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