Gabo en el recuerdo.


        Ayer murió Gabriel García Márquez, el mundo entero se está haciendo eco de la noticia. Era uno de los más grandes escritores, dicen que el más conocido en lengua española desde Cervantes. Y ayer nos dejó, solos.

    En realidad hace tiempo que estaba apartado de la escritura, la enfermedad y los trabajos para dominarla le habían dejado un poco cansado, ausente, con la cabeza en otras batallas, y la literatura ya notaba su falta.

    Algunas de sus obras se han llevado al cine con mayor o menor fortuna: Crónica de una muerte anunciada (1987, Francesco Rosi), El Coronel no tiene quien le escriba(1999,  Arturo Ripstein) , El amor en los tiempos del cólera (2006, Mike Newell), Del amor y otros demonios (2010, Hilda Hidalgo) y Memoria de mis putas tristes (2012, Henning Carlsen). Ninguna de ellas, ni de lejos, alcanzó la magia o la altura de sus novelas.

         Creo que su pasión oculta (o no tanto) era la de ser guionista (también) y quizá por ello impartía una cátedra de guión en la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños, en Cuba; una escuela que él ayudo a construir, como ayudó a fundar el Festival de Cine Latinoamericano de La Habana. Una de sus pasiones era el cine, otra Cuba, y así lo demostraba.

         Tuve la suerte de ser uno de sus alumnos en la cátedra, solamente ocho por año, eso me permitió compartir con él, aprender de él y conocerle un poco mejor. Aquellas sesiones se grababan en audio para después editar un libro, así que es probable que por ahí (yo no lo tengo) este la edición del curso que compartí, día a día, y la evolución del guión que todos juntos, bajo su impagable guía, fuimos confeccionando: "Otra vez tres".

         Cada día, después de haber trabajado durante la sesión con Gabo, redefiníamos y trabajábamos el texto y, al día siguiente, cuando García Márquez llegaba a la mesa de reuniones, nos lo echaba todo por tierra con nuevas ideas y giros literarios. Así se fue confeccionado aquel guión a ocho plumas más el maestro, el guión de una película que sigue navegando en mi cabeza y que quién sabe si una vez verá la luz.


         Lo que nunca verá ya la luz es la novela que un día Gabo nos contó, la novela en la que entonces estaba trabajando y que nunca llegó a publicar.  Nos contó el cuento en su casa de La Habana, mientras hacía tiempo para comer con el Comandante. Aquella mañana había salido a pescar con Fidel, así que nos invitó a tomar con él el aperitivo mientras preparaban el pescado y Castro regresaba de sus compromisos (supongo que de Estado).

         Y en aquel patio de la casona colonial, bajo la sombra de los mangos, una mañana de verano compartiendo daiquiris con García Márquez, nos contó de primera voz el argumento completo de una novela que nunca llegó a publicar y, no lo sé, llegó alguna vez a terminar.

         En aquellos días yo andaba grabando un documental sobre la Escuela y convencí a García Márquez, como patrono de la entidad, a que me concediera una entrevista. El maestro no era muy amigo a conceder entrevistas, como tampoco lo era a hacerse fotos con los lectores, pero después de finalizada la grabación accedió a hacerse una foto conmigo. También nos hicimos una foto de grupo con él cuando el taller finalizó.

         Ahora revista y me doy cuenta que no tengo nada de eso: la grabación se perdió, la foto con Gabo está en un disquete de ordenador que no se puede abrir y la cámara con la que se hizo la foto de grupo la robaron al día siguiente, con el carrete dentro.

         Pero ahora que Gabriel García Márquez se ha ido definitivamente, cuando todos nos sentimos un poco más huérfanos, me doy cuenta que tengo dos cosas que valen más que los recuerdos físicos, tengo en mi memoria dos tesoros del maestro que comparto con apenas un pequeño grupo de personas: un guión que nunca se ha filmado y una novela que nadie ha leído.


Documental sobre Gabriel García Márquez

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