Tren de noche a Lisboa

Título original: Night Train to Lisbon
Director: Bille August
Drama / Alemania / No recomendada para menores de 7 años / 110 min. 


            Hay ciudades que, con solo evocarlas, toda una suerte de resonancias mágicas, bucólicas o románticas llenan nuestra imaginación. Eso ocurre con París, Nueva York o Roma, por ejemplo, para las que el imaginario colectivo tiene su propia cosmología.
            A ello ha contribuido, sin lugar a dudas, la literatura y el cine, pero sobre todo este último, con su aparición en innumerables películas, haciéndolas trasmutar de su papel de mero decorado a una función protagónica, lo que las ha dotado de una personalidad específica, muchas veces fantástica y no siempre estrictamente real.

            Lisboa es otra de esas capitales que traen inevitablemente a la imaginación una imagen idílica, abstracta pero entrañable. “Sostiene Pereira”, de Roberto Faenza (1996) o “En la Ciudad Blanca” de Alain Tanner (1983) son dos de esas películas en las que la propia ciudad tiene una importancia relevante y que han contribuido a elevar a la capital lusa a iconografía cinematográfica.

            Tren de noche a Lisboa tiene muchos puntos de relación con ambos films. Con el primero su época histórica, el final de la dictadura y la lucha por derribarla; con la película de Tanner su aspecto más abstracto de lugar de búsqueda de uno mismo o de escape de la realidad, ese lugar mágico donde el protagonista se refugia, como en un regreso momentáneo al útero materno, para recapitular y encontrarse a sí mismo.

            Ese lugar evocador es invocado desde el propio título del film. Pero tristemente he de decir que, como todo lo demás que la película pretende, es claramente fallido. Si te gustaron estas dos películas, si realmente eres fan de ellas, te puede resultará hasta dañino el visionado de este film.

            La Lisboa que nos muestra la cinta no tiene esa aura mística ni mágica que pretende. Como tampoco la alusión ferroviaria que acompaña a la capital en el título está desarrollado o aprovechado, y ya sabemos que el tren, en sí mismo, mantiene otros aspectos tan cinematográficos como románticos que el espectador identifica enseguida.
            De la misma manera Tren de noche a Lisboa desaprovecha los recursos dramáticos y narrativos de la época que pretende explorar, ese momento épico revolucionario que precedió al final de la dictadura, quedándose en una historia de triángulos rotos que no acaba de empatizar con el espectador.

            Si la ensoñación cinematográfica de Lisboa, los valores lírico-románticos del tren y los aspectos literarios de la pre-revolución portuguesa son manipulados burdamente en este film, otros aspectos son también desaprovechados desde que el guión deja de ser una sinopsis y se lanza al proceso de elaboración narrativa. Sobre el papel, la historia plantea el encuentro fortuito de un profesor, aburrido, maduro y desencantado, con una joven, bella y suicida. La salvación en el último momento de esta a manos del profesor no deriva en un tórrido romance ni siquiera en una fructífera amistad, como algún calenturiento espectador pudiera sospechar, si no en la desaparición inmediata de la muchacha y la posesión inesperada de un extraño y vetusto libro por parte del profesor. Lo que sigue es la reconstrucción de la vida del escritor a través de su libro de memorias/pensamientos, lo que lleva al protagonista a relacionarse con unos cuantos curiosos personajes por toda la ciudad de Lisboa, con algunas situaciones un tanto manidas, como la amistad con un viejo en un asilo gracias a los cigarrillos prohibidos que le proporciona.
            
         La narración, en este punto iniciático tiene, siempre sobre el papel, tintes evocadoramente misteriosos con un potencial narrativo enorme: el profesor, salvador de la mujer, se encuentra de repente abandonados por la chica con un libro, escrito en los años treinta y del que solo existen un puñado de ejemplares, el abrigo rojo de la muchacha y un billete de tren a Lisboa. A partir de aquí, sin embargo, nada cumple las expectativas que suscita.

                Quizá os haya destripado en parte la película, pero si un film no trasciende de la lectura de su sinopsis es un mal film, y este no solo no lo supera sino que queda muy por debajo.

            Por otro lado, y abundando en la desolación, la película cuenta con tres protagonistas que, por si solos, atraen seguro al cinéfilo fiel: Jeremy Irons, Charlotte Rampling y, por supuesto a Bruno Ganz, al que ya vimos en “En la ciudad blanca” y por el que nos despierta la curiosidad de verlo repetir en tan notable decorado.

            Quizá todo sea cuestión de expectativas, es cierto, y es posible que sin los referentes mencionados algún espectador novel, virgen de historia cinematográfica, pueda disfrutar de esta película, pero no es mi caso y así os lo he de contar.

Conclusión: Defrauda, desilusiona. Ni la chica misteriosa, ni Lisboa, ni el tren, ni los actores consiguen hacer de esta película un film a la altura de las circunstancias.    



Tráiler subtitulado

Comentarios

Entradas populares