Hermosa juventud

 Director: Jaime Rosales
Drama / España / No recomendada para menores de 16 años /   100 min.






           
            Después de un muy merecido Goya por La soledad (2007), una película experimental, dura y contundente, Jaime Rosales se embarcó en un par de títulos igualmente experimentales de marcado espíritu plúmbeo. Tan apartado del público como aclamado por la crítica, sobre todo la francesa que le adora, el realizador catalán ha dado un giro importante a su carrera con esta nueva propuesta.
            Según él mismo ha confesado en más de una entrevista, pretendía una reencarnación, una búsqueda de caminos nuevos para su creatividad que le acercases al público sin renunciar a su esencia. Por renovar renovó hasta a su equipo técnico, rejuveneciéndolo, y de paso la temática y los actores. Y desde luego que ha conseguido su propósito de "resurrección".
            Sin apartarse de su personal manera de encarar la dirección Hermosa juventud resulta su película más "comercial", entendiendo este término como una cinta que cuenta una historia con una narrativa en cierto modo ortodoxa y con un lenguaje asumible por el gran público.
            Dura, lúcida y naturalista Hermosa juventud nos cuenta la historia de una pareja de jóvenes, apenas pasada la adolescencia, que pertenecen a esa generación que se ha dado en llamar ni-ni, ni estudian ni trabajan. Esa población que engrosa las demoledoras estadísticas del paro juvenil, más del 50 % en España. Sin una buena educación (por no decir sin ninguna educación ni preparación) no encuentran trabajo estable, apenas algún día de explotación a 10€ la jornada. La pareja solo aspira a sobrevivir. Ambos viven con su familia en un barrio obrero, madre separada la de ella, madre inválida la de él. Una historia que no retrata la marginación, si no la exclusión social a la que ha llevado está crisis, ya tan larga, y la gestión "austerizida" que de ella han hecho los gobiernos europeos.
            Los protagonistas son una pareja de barrio sin futuro, sin esperanza. El retrato de una realidad que Rosales nos trae sin tapujos ni coartadas, sin moraleja. Tal cual. Un naturalismo muy a lo nouvelle vague, muy austero de medios, con una cámara que relata casi siempre desde fuera de la acción, como espiando la realidad. Un minimalismo formal que el director ya exploraba antes de que estuviese tan en boga y que, quizá por eso, resulta tan consustancial a la acción, tan auténtico. En un par de ocasiones la narración avanza gracias a montajes elípticos en los que usa las redes sociales para condesar la acción dando información al espectador, un recurso que ya hemos visto antes pero que aquí resulta también natural, nada impostado o fuera de contexto.
            Jaime Rosales nos trae, en resumen, una historia muy actual, una tragedia cotidiana que nos muestra, sin juzgar, la realidad de una amplísima capa de la juventud, me temo que no sólo española, que ya solo lucha por sobrevivir, por mantenerse a flote, aunque para ello tenga que grabar cintas porno caseras. Contada con lucidez y una estética cercana al documental, está interpretada de forma convincente por unos actores nuevos pero muy solventes, arropados por algunos veteranos que hacen una muy buena labor también. Sin duda es la interpretación lo que más aporta a que el film tenga esa factura tan fresca y realista.
           
Conclusión: Real, realista, natural y creíble. Bien contada, bien realizada. Un drama cotidiano que merece la pena ver y reconocer.  



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