Capítulo 2. Huarmey (Perú)
Lima-Huarmey
son 7 horas de carretera flanqueando el Océano Pacífico por la mítica Carretera
Panamericana, un viaje por el ondulado desierto del norte de Perú, albero y
rojizo, salpicado por vergeles ocasionales allí donde un río desciende desde la
sierra a morir al océano.
Nuestro
destino está en uno de estos oasis fortuitos que se escalonan cada decenas de
kilómetros, en esta ocasión fruto de dos ríos: el Huarmey y el Culebras.
Huarmey es una pequeña ciudad, capital de la provincia con la que comparte casi
treinta mil habitantes en el departamento de Ancash. Un lugar que, tras dejar
la trepidante Lima se antoja placentero, calmo, sin ese tráfico asfixiante
lleno de taxis y de busetas, pero que enseguida demuestra su propio pulso
bullicioso y vitalista.
Aquí
el medio de transporte preferido es el moto-taxi, tres de cada cuatro elementos
que se mueven por la ciudad, incluidos los peatones, son mototaxis, un peculiar híbrido entre moto y
furgoneta habilitada como colectivo que puede llegar a trasportar a 5 personas
con sus bultos, no muy cómodamente pero si de forma barata y eficaz.
Seguramente no hay estadísticas al respecto, pero estoy convencido de que en
Huarmey cada familia tiene una moto-taxi, con la que seguramente pasea a la
familia de al lado, y que cada huarmeyano propietario de una moto-taxi, toca la
bocina una media de 30 veces por minuto mientras conduce.
En el barrio periférico de Santo
Domingo, un lugar que se extiende ya por el puro desierto y asciende por las postrimerías
de lo que pronto se convertirá en sierra, encontramos a nuestro primer
protagonista: Heber Ocaña. En las entrevistas previas, en Madrid, cuando él era
un emigrante en nuestro país en 2007, nos había llamado poderosamente la
atención por ser una persona implicada en la cultura, especialmente con la
literatura, siendo él mismo autor de varios libros. Con su matutino trabajo de jardinero
y vespertino de acarreador de carritos en IKEA mantenía desde España a su
familia, pero también una biblioteca comunal y una radio cultural. Esta
dualidad, trabajador manual e intelectual a tiempo compartido nos atrajo
profundamente y queríamos saber más de él y qué tal le iba en la vuelta a su
país.
Encontramos
que Heber mantenía con mucha vitalidad el proyecto altruista de biblioteca
comunitaria y también la radio, que atiende junto a su hijo Gandhi. Pero es
que, además, ha desarrollado un invento propio para fomentar la lectura: una
biblio-moto, una pequeña biblioteca ambulante a bordo de una moto-taxi con la
que recorre los barrios más desfavorecidos llevando libros y cuentos a los
niños y haciendo lecturas públicas. Una especie de país de las maravilla sobre
tres ruedas que lleva el mundo de la lectura allí donde nadie antes había
llevado un libro. Fuimos testigos de excepción, en una de estas correrías
saltarinas por las calles sin asfaltar de los barrios marginales, como los
niños, atendiendo a la llamada de la megafonía de la moto, salían corriendo de
sus casas y perseguían encantados a la bibliomoto, como si del mismísimo camión
de los helados se tratase.

Resulto
fantástico ver el trabajo de Heber y su familia, todos ellos entregados a la
actividad de llevar la lectura a los niños y de cómo los niños y sus padres
acogían esta iniciativa. Un empuje que, recordemos, es obra de un particular y
fruto de su esfuerzo y el de su familia. Esta sola escena de los niños leyendo
en torno a la bibliomoto en mitad de un árido descampado da sentido a todo el
viaje.
Huarmey,
aunque separada de la costa por la carretera, tiene un puerto y una playa,
centros ambos de desarrollo de la ciudad. Pudimos visitarlos con Heber como
guía. Admiramos la hermosa y basta playa y también
añoramos los tiempos en que nuestra costa, la española, era así, casi virgen para
el disfrute de quién huye de cemento y desarrollismo. Esperemos que se conserve
tal como ahora es: cuatro o cinco chiringuitos de caña, alguna casa que alquila
habitaciones y un restaurante con una docena de apartamentos en una enorme
playa que se abre al Pacífico.
Nuestro
trabajo en Huarmey consistió en acompañar a Heber, charlar con él, conocer a su
familia y amigos. Y eso hicimos y grabamos. Descubrimos que, además de todas
estas ocupaciones, ahora trabaja en comunicación para la Municipalidad, que
añora mucho Madrid y que, pese a lo esforzado de su "aventura"
española, su hijo mayor Gandhi, está dispuesto a repetirla para estudiar sonido
en Madrid. Un sueño para el que, sin duda, ya está trabajando.
Debo
reconocer que nos costó un poco abandonar la ciudad, que además estaba celebrando
sus fiestas mayores, y que lo pudimos hacer sólo bajo la promesa del regreso.
El estreno de Ulises ya no vive aquí
puede ser una buena excusa.
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