Madre e hijo

Título original: Pozitia copilului (Child's Pose)
Drama / Rumanía / No recomendada para menores de 12 años /  112 min.
           



             Desde fuera, la imagen que uno tiene de Rumania es la de un país pobre y asfixiante, herencias ambas del largo dominio del dictador Ceaucescu. Esta película no está centrada en los población más desheredada sino en las clases altas de la sociedad: políticos, jueces, médicos... gente acomodada al margen del resto de la sociedad. Sin embargo, la atmósfera asfixiante si está presente, no solamente en la descripción general de la cinta sino concretamente en las complicadas relaciones entre una madre y su hijo.
            Cornelia Keneres es una mujer acomodada, que pertenece a ese círculo social burgués de nuevos ricos que dirige Rumania en la actualidad. Ama profundamente a su hijo Barbu, de 32 años, al que ha entregado toda su paciencia y dedicación, pero este le ha dado la espalda porque aborrece lo que ella representa, tanto que apenas se han visto en los últimos 2 años. El amor y la abnegación de una madre puede llegar a ser enfermizo y obsesivo y esto es lo que ha Cornelia le ha pasado con Barbu, que la detesta y evita.

            Todo cambia de repente cuando Barbu atropella y mata a un muchacho de 13 años. Cornelia intentará por todos los medios a su alcance librar a su hijo de la cárcel por asesinato imprudente. Moverá contactos, intentará sobornos, hablará con el único testigo, con la policía y con los jueces... Pero Barbu, agobiado por su madre, pretenderá arreglárselas solo.
            El brillante y vibrante guión de Razvan Radulescu muestra esta absorbente relación materno-filial, al tiempo que retrata admirablemente a una alta sociedad rumana que no duda de utilizar el soborno y la corrupción para alcanzar sus metas, un sistema putrefacto que se extiende por todas las instituciones oficiales. Un guión sobresaliente para un drama claustrofóbico, tenso y moral, con unos diálogos impresionantemente descriptivos que van mostrando al espectador todo el amor y el odio de unas tormentosas relaciones familiares.
            Una luz fría y con una cámara despiadada siguen la acción desde dentro, con abundancia de primeros planos y planos secuencia, además de un ritmo cadenciosos, con gusto por el detalle mínimo y las conversaciones tan naturalistas como brutales, son las características de este film impresionante, que poco a poco te va introduciéndonos en un mundo de culpa, miedo y necesidad de catarsis.
            La secuencia final, un largo cuasi-monólogo donde la madre trata de exculpar a Barbu ante los padres del niño atropellado, es una muestra de destreza interpretativa de Luminita Gheorghiu apoyada en un brillantísimo texto, en lo que es una de las escenas más tensas, dramáticas y tortuosas del film, pero que da finalmente la dimensión excepcional de la cinta, que mereció el Oso de Oro a la Mejor Película en el Festival de Berlín de 2013.
           
Conclusión: Tensa, brillante, impresionante. 

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