Una paloma se posó en una rama a reflexionar sobre la existencia
Director: Roy Andersson
Actores: Holger Andersson, Nils Westblom, Charlotta
Larsson, Viktor
Gyllenberg, Lotti Törnros, Jonas Gerholm, Ola Stensson, Oscar
Salomonsson, Roger Olsen
Likvern
Comedia existencial / Suecia / No recomendada para menores
de 16 años / 101 min.
Para
los despistados conviene aclarar que nos encontramos aquí con una película
sueca. ¿Y qué quiere decir esto? Bueno, resulta bastante banal reducir el cine
regional a una mera paradoja, a un mínimo común denominador cinematográfico,
pero es cierto que existe una visión, bastante generalizada, de un determinado
cine dependiendo de su localización geográfica, de su país de procedencia. El
cine francés se caracteriza, en el imaginario colectivo, en un cine donde
predomina la palabra por encima de la acción, muy propio para ser exhibido en
los liceos franceses para que sus alumnos se acostumbren a la lengua de
Moliere. Y en el cine inglés a uno no le sorprende encontrarse con grandes
mansiones, habitadas por tropas de sirvientes y señores estirados y flemáticos
que no pierden la compostura ni mientras te están linchando, ya sea verbal o físicamente.
Es por
este mismo fenómeno de simplificación colectiva que asumimos ciertas características
comunes respecto del cine sueco. Esto nos viene, seguramente, de la frenética y
apasionada ingesta del cine de Berman en los años 70’s y 80’s y de su mala
digestión posterior. Pero es que por cine sueco entendemos algo frio,
desabrido, falto de humor y de un ritmo lento, casi detenido.
Una paloma se posó en una rama a reflexionar sobre la existencia es exactamente así, pero a la vez uno tiene
la impresión de estar ante una autoparodia nacional. Roy Andersson concluye aquí su trilogía sobre
la existencia humana, sobre la esencia de la vida misma, y el resultado, no el cinematográfico,
que es excelente, sino el filosófico, es devastador.
La película, León de Oro en el Festival de Venecia de 2014,
es un trabajo complicado, entre el surrealismo, el absurdo, lo esperpéntico y
la comedia existencial. Tratada en secuencias independientes, no siempre
correlativas ni necesariamente relacionadas ni con los mismos personajes, uno
tiene que hacerse el trabajo de reconstruir la historia una vez que ha abandonado
el cine. Sucede lo mismo que con su compatriota IKEA, los famosos muebles
suecos, te los llevas a casa y los armas tu mismo. La suerte es que tengo
varios máster en librerías Billy y un doctorado en armarios Ilseg, además de
muchos cursos en mesitas Vittsjö y sofás
Ektorp como para que una peliculita de nada me pille despistado. Si este es tu
caso, adelante.
Los protagonistas principales de la cinta son dos vendedores
de artículos de broma con poco éxito y menos gracia. Unos tristes perdedores de
los que poco llegaremos a saber. Pero el elenco es mucho más variado, aunque igualmente
desgraciado. Las escenas se sucederán y, como en los muebles de IKEA, uno
tendrá que estar atento para utilizar la llave Allen adecuada en cada momento y
poner cada balda en su sitio.
Con una puesta en escena absolutamente minimalista, tanto en
decorado, ambientación o de recursos dramáticos, las secuencias se desarrollan
con unos diálogos mínimos en un único plano secuencia, normalmente plano
general. De manera que cada escena se organiza como una sintética obra teatral
vista desde el patio de butacas. Ningún recurso puramente cinematográfico podrá
sorprender al espectador, pero el devenir de cada acción, bastante banal por
otra parte, acaba causando un efecto de brutal atracción, existencialmente demoledor.
Debo de reconocer que nunca había visto abandonar la sala a
tanta gente y en un cine tan pequeño, además. También es verdad que todos los
que se ausentaron lo hicieron respetuosamente, sin proferir improperios ni
tirar objetos a la pantalla, como compartiendo la triste visón de la existencia
humana del autor. Y también es verdad que quizá haya perdido la amistad del
amigo que me acompañó y al que yo había convencido de ver esta premiada cinta.
Por eso no quiero recomendar explícitamente esta película, simplemente decir
que es una obra maestra, una comedia triste de una ironía muy escandinava, melancólica
y existencialmente devastadora, pero que puede resultar hipnótica.
En general, la filmografía de Roy Andersson explora la existencia humana, meditando
sobre la propia vida y la conducta de los seres humanos en su desolada y banal
trascendencia. Una visión, por otra parte única y personal, minimalista y de un
depurado estilo que navega entre el absurdo y lo naif con un humor muy IKEA. Un
autor a descubrir, sin duda.
Conclusión: Hay que verla
avisados y avisados estáis.
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